Y casi sin darnos cuenta, se nos
fue la primera parte del año. Intensa primera parte del año.
El arranque de la Copa América,
provoca la interrupción de las competencias entre clubes (nacionales e
internacionales), por lo que es un momento propicio para ensayar una suerte de
balance.
El jueves 15 de enero de 2015,
Estudiantes de La Plata comienza su año futbolístico, en un encuentro de
verano: cae uno por cero contra Independiente.
Veinte días después, y gracias a
la victoria de Boca sobre Vélez, el equipo, que por ese entonces dirigía
Mauricio Pellegrino, hace su presentación en la fase inicial de la Copa
Libertadores de América, en Ecuador,
enfrentando a Independiente del Valle: también sería derrota por la mínima
diferencia.
Una semana más tarde, la caída en
tierras ecuatorianas quedaría en el olvido, tras una contundente victoria por
cuatro goles en condición de local: Estudiantes de La Plata volvía a disputar
la fase de grupos de la Copa más hermosa que haya podido existir por estos
lares.
Los cuatro siguientes partidos
fueron victorias: Arsenal y Godoy Cruz
por el torneo local, Barcelona de Ecuador, en la competición internacional, y
el clásico de la ciudad en condición de visitante. Un valioso empate en
Colombia, frente a Atlético Nacional de Medellín, cerraba un arranque
prometedor.
Pero aquello que pintaba tan
bien, de a poco, o no tanto, fue viniéndose abajo. Como si alguien hubiese
volteado una pieza del dominó, que, una a una, fue derribando a las demás
piezas, así fue cayendo el rendimiento del equipo y los resultados, por
carácter transitivo, empezaron a ser negativos.
Derrota de local contra San
Lorenzo, con gol de Barrientos desde la casa incluido. Derrota frente a
Libertad, en Paraguay, por copa, cuando todos pensaban en un empate, pero no
contaban con el error de Desabato, para quedarse con las manos vacías. Empate
en La Paternal, ganando 2 a 0, gracias a una infantil expulsión de Damonte, que
dejó a un equipo que sentía la acumulación de partidos en sus piernas con uno menos,
y una errada decisión del entrenador, que con sus cambios, retrasó las líneas
tan cerca del arco propio como fuera posible, sin tener en cuenta el déficit
del equipo a la hora de defender cerca de su arquero. Derrota en condición de
local contra Banfield, tras empezar ganando el partido por uno a cero.
Nuevamente el equipo, luego de ponerse en ventaja, se retrasó y, como contra
Argentinos Juniors, desnudó sus errores a la hora de defender. Para colmo de
males, tras el partido, el capitán del equipo declara que el merito fue del dt
rival, que fue audaz y buscó el partido…algo no andaba bien en ese vestuario.
Derrota vergonzosa en la bombonera por tres a cero, con expulsiones infantiles
incluidas de Auzqui y Aguirregaray y con un equipo desalmado, sin ideas, sin
actitud, ni respuestas físicas. Allí debió terminarse el ciclo Pellegrino,
porque no se vislumbraba una posibilidad real de retomar la senda de las
victorias, porque había una evidente desconexión entre lo que pedía el dt y lo
que los jugadores entregaban. Lejos estamos de saber cuáles fueron las razones
de tal cortocircuito.
Pero Pellegrino no se fue en la
Boca, sostuvo una posición inflexible, convencido de que podía revertir la
situación, ante la mirada de una Comisión Directiva que esperaba la renuncia
del cordobés.
Un cuerpo técnico cegado,
jugadores que ya no creían en lo que hacían dentro del campo y una dirigencia
esperando que lo inevitable llegara sin tener que tomar ellos mismos la
decisión.
Nada bueno podía salir de ese cóctel.
Y nada bueno salió: empate de local con Racing, derrota (de local, también)
frente a Atlético Nacional de Medellín, derrota (nuevamente vergonzosa) a
expensas de Tigre, en Victoria.
A la directiva no le quedó otra
alternativa que despedir a Mauricio Pellegrino.
Luego de un empate a uno contra
Rosario Central, en La Plata, partido en el cual pudimos ver a varios jugadores
de las divisiones inferiores, dirigidos por Nelson Vivas, la dirigencia toma
una decisión muy cuestionada por varios simpatizantes, eligiendo como director
técnico del primer equipo a Gabriel Milito. Gran parte de la tribuna vincula a
Milito con el menottismo y, desde ese prejuicio, reprueba la elección de Juan
Sebastián Verón. Ya hemos sentado una posición al respecto: actualmente se está
dando un debate muy rico en el seno de la familia pincha, hay cuestiones que se
ponen sobre la mesa, que se discuten y se analizan tras la llegada de Milito.
Próximamente, abordaremos ese tema, muy interesante, sobre la cultura de
nuestro club, sobre qué somos realmente, qué nos identifica. Ahora volvamos al
balance.
Milito debuta el 21 de abril de
2015 en Ecuador. Estudiantes de La Plata debía ganarle a Barcelona, de
visitante, para pasar a los octavos de final. Fue victoria, 2 a 0, en la
presentación en sociedad del flamante entrenador.
A partir de allí, el día a día de
Milito en el club ha estado plagado de cuestionamientos, de prejuicios y
criticas (razonables varias, de las otras, otras tantas). Lo cierto es que el equipo
empató en Bahía Blanca, le ganó 2 a 1 a Independiente Santa Fe de Bogotá en el
partido de ida correspondiente a los octavos de final de la copa, ganó de local
ante Temperley, quedó eliminado de la competencia internacional en Colombia,
tras un 2 a 0 y un planteo más parecido a lo que hubiera hecho Pellegrino que a
lo que pregona Milito. Victoria en Rafaela, chato empate con Colon en La Plata,
agónica y Carrillesca victoria por copa argentina, victoria ante Defensa y
Justicia. Cuarenta y ocho días, nueve partidos, seis victorias, dos empates y
una, dolorosa y definitiva, derrota.
Nótese que, hasta aquí, no hemos
realizado un juicio de valor sobre la era Milito. Solo nos limitamos a
describir sus números, tan importantes para cualquier resultadista. Ya vendrá
el tiempo del análisis.
Un semestre intenso. Que termina
de una manera traumática, con la salida de un entrenador que se sostuvo en el
cargo por mucho tiempo, para lo que es el fútbol argentino, que potenció a
varios futbolistas y le permitió al club venderlos en buenas cantidades de billetes
verdes. Los dos años de Pellegrino en Estudiantes de La Plata no merecían ese
final, pero más que lamentarnos por lo sucedido, será más importante
reflexionar sobre las causas que derivaron en ese desenlace. ¿Qué sucedió para
que el equipo no consiga los resultados esperados?
El plantel
Finalizado el año 2014, Mauricio
Pellegrino pidió reforzar tres puestos puntuales: el dt solicitó un arquero
titular (tenia nombre y apellido: Guillermo Sara), un central (era Barissone,
joven y en franca evolución) y un reemplazo para Joaquín Correa (con
características muy distintas, llegó Leandro Gil, quien fue pedido por el dt).
Lejos de complacer el pedido de
Pellegrino, la dirigencia, encabezada por Veron y Alayes, decidió armar otro
tipo de plantel. Llegaron apuestas, como Rossi para el arco, Barbona para el
mediocampo y Rosso para el sector de ataque. Pero además se sumaron jugadores
con cierto cartel, cierta trayectoria: Alvaro Pereira, Juan Sanchez Miño,
Sebastian Dominguez, Luciano Acosta y Rafael Delgado (el orden de redacción
guarda cierta relación con el gusto de quien escribe).
Lo cierto es que el dt no se
encontró con lo solicitado. Y esto puede pasar. El dirigente es el que toma
decisiones, el que debe elegir el camino a seguir. En ese proceso decisorio, puede
alinearse con la idea del entrenador o puede pensar distinto. En el segundo
caso, para que no se genere un conflicto de intereses, deben llegar a un
acuerdo. Evidentemente no lo hubo.
Viéndolo seis meses después,
podríamos decir que Pellegrino no estaba tan equivocado. El arco nunca tuvo un
dueño natural: Hilario (que terminó atajando por encima de lo que uno esperaba)
se ganó la titularidad sin demasiado esfuerzo (Silva ya no tiene nada que hacer
en Estudiantes de La Plata y Rossi tenía más su cabeza en el Mundial Sub 20 que
en City Bell); la zaga central fue de lo peor del equipo: Desábato y Domínguez
conformaron una dupla lenta, imprecisa, floja a la hora de fijar las marcas y
brindar seguridad. La ausencia de Correa no se sintió tanto porque Guido Carrillo
jugó con nuestra camiseta este semestre: ya te extrañamos Guido. El mediocampo
fue una zona sin nombres fijos: Damonte (que ganó terreno por el bajo nivel de
Gil Romero y no pudo sostener un buen nivel que lo afirme como titular),
Sanchez Miño, Auzqui, Acosta, Gil, Gil Romero, Barbona, entre otros, se rotaron
en esa zona de la cancha sin destacarse, sin ofrecer un nivel superlativo
sostenido en el tiempo.
En síntesis, la conformación del
plantel, decisión absoluta de la dirigencia, fue deficiente: un desbalance
marcado, demasiados mediocampistas (algunos con cierta chapa que no se ha traducido
en rendimientos destacados), muy pocos defensores centrales (los titulares 35 y
36 años), un arquero con experiencia que no transmite plena confianza.
Aquí encontramos la primera causa
de lo ocurrido.
Condición Física.
Creer que hay un solo responsable
es buscar el atajo y no es nuestra intención.
La forma física mostrada por el
equipo, en estos primeros meses del año, ha sido la gran falencia del cuerpo
técnico saliente.
Un equipo que no podía sostener
el ritmo de juego por más de 30 minutos, que comenzaba los partidos con una
presión alta y terminaba defendiendo al lado de su arquero, pidiendo por favor
que el árbitro termine los partidos. Un equipo sin piernas.
Ninguna estrategia podrá
desarrollarse eficientemente si los jugadores no están preparados como
corresponde desde el punto de vista físico y aquí debemos ser absolutamente
justos: el cuerpo técnico conducido por Pellegrino es el gran responsable de
una mala preparación física de este plantel.
Lo cierto es que Pellegrino y su
grupo de trabajo ya no forman parte del club. Solo nos queda esperar que Milito
y su cuerpo técnico corrija este aspecto vital.
Segunda, pero no ultima ni menos
importante, razón que explica lo sucedido.
El rendimiento individual
Ya hemos señalado errores
dirigenciales y del cuerpo técnico. Ya hemos dicho que el plantel estuvo mal
armado y la preparación física dejó mucho que desear. Ahora pongamos el foco en
ellos, en los jugadores, que algo de responsabilidad necesariamente deben
tener.
Hemos sido testigos de niveles de
rendimiento muy bajos.
Empezando por Desabato, Domínguez
y Damonte, tres de los más experimentados y, a la vez de los más flojos. Es
realmente cierto que Domínguez, en los últimos partidos, ha levantado un poco
su nivel, pero lejos esta de aquel que supo ser. Quizás con una pretemporada más
exigente puedan aportar más de lo que dieron en este semestre, que fue poco.
Pero no han sido los únicos que
quedaron en deuda. Tres de las caras nuevas han rendido por debajo de las
expectativas que a varios les generaban: Sanchez Miño, Gil y Acosta no han
cambiado la ecuación en demasiadas oportunidades. Si bien los tres, en algún
que otro partido, contribuyeron con buenas actuaciones, han sido discontinuos,
como el equipo en su conjunto. Seguramente, Milito apuntará a que se afiancen y
puedan sostener un buen nivel a lo largo de la segunda mitad del año.
Hay otros casos particulares.
Ezequiel Cerutti comenzó siendo una pieza clave y, con el correr de los
partidos, terminó con una imagen un tanto desdibujada. Sin dudas, es un gran
jugador que puede marcar diferencias notorias. Carlos Auzqui sigue soportando
las críticas y manteniendo un lugar entre los once titulares en base al
sacrificio: sigo pensando, desde el mayor de los respetos, que la entrega es
necesaria pero no suficiente, Auzqui se brinda al máximo de sus posibilidades
pero no es una solución determinante en ninguna faceta del juego. Gil Romero,
paulatinamente, va recuperando su nivel, pero deberá mejorar mucho más rápido
si quiere quedarse con el centro del campo. Leo Jara jugó en mas posiciones que
ninguno, siendo rueda de auxilio en la defensa, el medio e, inclusive, en el
ataque, como extremo derecho: es indispensable que el entrenador le encuentre
un lugar para focalizarse y no deambular por la cancha. Hilario alternó buenas
y malas, no brindó confianza pero tampoco fue protagonista de graves errores.
Shunke quedó muy relegado. Los laterales uruguayos aportaron temperamento y
actitud, pero no mucho más que eso. Vera jugó poco y le alcanzó para exigir
titularidad.
Así las cosas, Estudiantes de La
Plata deberá afrontar la segunda parte del año con vistas a mejorar el
rendimiento de este primer semestre.
Milito llegó con una idea
distinta a la de Pellegrino: salida por abajo, en la medida de sus
posibilidades; tenencia de pelota; juego de pases en busca de la superioridad
numérica. Sin dudas, para desarrollar ese tipo de juego, se necesitan jugadores
con determinadas características. En estos 9 partidos, quedó demostrado que no
todos los integrantes de este plantel están en condiciones de desarrollar esta
idea. Caerle a Milito por jugar de esta manera en estos 9 partidos, en donde
ganó 6 de los 9 disputados, asoma como un tanto desproporcionado. Desde aquí
creo que el dt utilizó estos partidos para llegar con su idea a la mayor
cantidad de jugadores posibles. Es ahora, en el receso, donde deberá tomar
decisiones importantes (apoyado por una directiva que asume un riesgo alto
contratándolo) y quedarse con aquellos elementos que puedan darle buenos
resultados. Si luego de la pretemporada, insiste con esta manera de jugar, sin
tener los recursos pertinentes, estaremos en condiciones de criticar al
entrenador en tanto estaría ponderando las formas por sobre el fondo. Hasta ese
entonces, elegimos darle la oportunidad de demostrar qué clase de director
técnico es.
Estudiantes de La Plata tiene un semestre por
delante en donde solo jugará el campeonato local y la copa argentina. Se
deberán tomar decisiones importantes para que el tropezón del semestre que ha
pasado no sea más que eso. Pensar en una renovación del plantel (con esto
queremos decir caras nuevas, venidas desde abajo o desde afuera, pero nuevas),
en un armado mejor balanceado y una preparación física y táctica a la altura de
un equipo de primer nivel, con jugadores que se brinden al máximo de sus
posibilidades por estos colores que tanto amamos.
Que así sea.
7 abrazos.
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