miércoles, 13 de mayo de 2015

Eliminados. Aprender y levantarse.

Quedar fuera de una competición tan importante y amada siempre supone un dejo de angustia. Y esta no es la excepción: Estudiantes de La Plata perdió 2 a 0 en Bogotá y no formará parte de la próxima ronda de la Copa Libertadores de América.

La serie estaba definitivamente abierta, luego de un 2 a 1 en la ida, el equipo de Milito tenia dos estrategias bien opuestas para seguir: podía elegir el camino de la defensa cercana al arquero propio, dándole campo y pelota al rival, esperando una oportunidad de contra; podía elegir la alternativa ofensiva, presionar bien arriba, buscando el gol de visitante que le genere a los contrarios la necesidad de marcar por triplicado. En resumen, podía proponer un partido cerrado o un partido abierto.

Partidos como contra Argentinos Juniors o Banfield, en los cuales el equipo eligió replegarse cerca del arco propio, sirven como ejemplos concretos de que éste Estudiantes de La Plata, estos jugadores, no están en condiciones (físicas, técnicas, mentales, será un poco de cada) de sostener con cierta consistencia ese tipo de defensa cerrada. Para defender cerca del arquero propio es preciso contar con defensores concentrados al 100%, prestos para interceptar pases entre líneas y salir rápido de contragolpe, seguros por arriba y atentos a las rotaciones. Este equipo esta bastante lejos de todo eso: defensores lentos, errores conceptuales y técnicos, que no prevalecen en el mano a mano y, mas de una vez, erran ese tan importante primer pase, luego de una recuperación.

Quienes vienen leyendo la línea de pensamiento de este espacio, saben que desde aquí, la elección hubiera sido un partido abierto: apostar al golpe por golpe, si era necesario, a fin de conseguir uno o dos goles que dejen al rival en una situación muy incomoda, máxime teniendo en cuenta la excesiva valoración que la competencia le da al gol de visitante. Muchos pensarán que “con el resultado puesto, somos todos técnicos”. Quienes son asiduos lectores, pueden dar fe de que no estamos acomodando el discurso al resultado, porque eso sería exitismo y aquí, lejos de eso estamos.

Lo cierto es que Gabriel Milito, prejuzgademente sindicado como amante del juego de tenencia, supuestamente un menottista que descree de una defensa sin pelota y toda la sarta de cosas que escuchamos hasta ayer, eligió plantar una línea de cinco defensores, tres mediocampistas y dos delanteros. Y el punto no es la cantidad de defensores sino dónde se ubicaron y cómo defendieron: muy cerca del Hilario, despejando sin dar un primer pase limpio que permita construir una transición rápida para un posterior ataque con cierto peligro. Ahora bien, tratando de ser justos, hay que decir que en ese primer tiempo (con estrategia y táctica poco felices incluidas) el equipo no sufrió grandes zozobras hasta el gol: el rival manejaba la pelota y territorialmente se ubicaba cerca de Hilario, encontraba pases internos a las espaldas de Damonte (quien sigue acumulando partidos para el olvido), pero le faltaba ese último pase que define el destino de una jugada. Todo esto, hasta el gol: un tiro de esquina que se juega corto para mover a la defensa, que de hecho se movió, para adelante, como marcan varios libros y el empirismo histórico, con el objetivo de dejar fuera de juego a los rivales. La defensa salió, pero no en su totalidad: Leandro Desábato no acompañó el movimiento coordinado de sus compañeros y quedó estancado en el área chica, habilitando a no menos de 4 rivales.  Centro al corazón del área, el solitario y desorientado Desábato salta menos que su oponente, quien cabecea y abre un primer tiempo que estaba condenado a un empate. El error estratégico quedó expuesto por un error individual grosero que puede esperarse de un jugador inexperto no del jugador con más participaciones en esta competencia internacional. El rendimiento de Desábato no ha mejorado con el correr de los partidos y ya no podemos hablar de una cuestión transitoria, mas bien estamos en presencia de un jugador que recorre sus últimos pasos como futbolista.

Con el resultado desfavorable y la obligación de marcar un gol para pasar a cuartos de final, muchos esperábamos el ingreso de Cerutti y el cambio de dibujo y estrategia: hubiese sido un buen momento para volver al 4 3 3, y de una vez por todas jugar un partido golpe por golpe. Milito no solo no incluyó a Cerutti desde el arranque del complemento, sino que decidió mantener el esquema, pero ya no esperando atrás, sino ubicado unos metros mas adelante. La resultante fue un equipo largo, que dejo espacios a las espaldas de los medios, enfrentando mano a mano a los delanteros rivales con una zaga central lenta, muy lenta, que ni siquiera se tradujo en volumen de juego: ahora el equipo era un NI (ni atacaba correctamente, ni se replegaba como en el primer tiempo). Los ingresos de Cerutti, Vera y Acosta no modificaron la ecuación porque el equipo no sabia a que estaba jugando: acumular defensores no asegura solidez defensiva tanto como acumular delanteros no garantiza generación de situaciones de gol, mucho menos goles. El local se encontró con el gol en una de las tantas ocaciones en las que sus delanteros quedaron mano a mano con la defensa. Estudiantes de La Plata necesitaba un gol para ir a penales y estuvo cerca de lograrlo (demasiado generosa la suerte con estos muchachos): tiro desde afuera de Jara, quien debe tener un problema bastante importante para poner en su CV la posición en la que juega (una cosa, muy valorable, es ser poli funcional, otra es que te muevan para todos lados en un mismo partido: no es saludable para un jugador que lo estén moviendo contantemente de posición, menos con un equipo desorientado) y cabezazo de Carrillo. Dos ocasiones en todo el segundo tiempo (en los últimos 10 minutos) para un equipo que salió con la certeza de que debía hacer al menos un gol…suenan a bastante poco.

Siendo brutalmente sinceros, debemos decir que este plantel no estaba para mucho más que un octavos de final. Mas queda la sensación que, de no mediar errores individuales groseros, el pase a cuartos era posible. Con estrategias poco deseables y todo, el equipo podría haber pasado a la siguiente instancia, pero no mucho más. Personalmente me queda el sinsabor de no haber planteado otra cosa, al menos en el segundo tiempo, donde ya no había otra alternativa que ir a marcar un gol.

Todo es aprendizaje, y en la derrota, lo único que nos queda es eso, aprender de los errores, aunque no creo que solo se aprenda en las derrotas: en las derrotas solo se aprende, en las victorias se disfruta pero no se anula la posibilidad de aprender y mejorar (y aquí esta la gran diferencia entre resultadismo y exitismo. El resultadista que gana, analiza y, en la victoria, intenta detectar errores. El exitista gana y ya nada importa, no hay nada que mejorar porque se ganó. El resultadista trata de sostener en el tiempo la victoria y para eso la única posibilidad es mejorar, por mínimo que sea el error, e incluso contemplar otros cursos de accion).

La Comisión Directiva deberá identificar errores en el armado del plantel: tres arqueros en los cuales nadie confía ciegamente, dos centrales que promedian 35 años, otro que no brinda el salto de calidad. Evidentemente el plantel quedo corto atrás.

El cuerpo técnico saliente es el gran responsable del estado físico de los jugadores: una condición atlética muy desfavorable que atenta contra el buen desarrollo de cualquier estrategia y disposición táctica.

El nuevo cuerpo técnico, inexperimentado, tendrá el deber de revisar sus decisiones y analizar si fueron las mas acertadas. Parece tragicómico que la crítica hacia un supuesto menottista (queda demostrado que no lo es) sea que atacó poco y defendió replegado.

Los jugadores necesariamente deberán hacerse cargo de su parte, enfocarse con mayor concentración en su labor y no cometer errores groseros, como los que se han mencionado en este relato. Y creo que debemos prestar especial atención a los referentes del plantel, quienes deben dar el ejemplo con las acciones más que con las palabras. Cuando los líderes son impuestos o ubicados en esa posición por los pergaminos o la acumulación de años, ese liderazgo se ve debilitado: Verón era líder como jugador porque era el primero que llegaba a entrenar, porque corría como un pibe en cada partido; Braña era líder porque dejaba hasta la piel en cada centímetro de la cancha. Las palabras son un complemento, necesario, fundamental, pero si no tienen un correlato con las acciones, el liderazgo queda debilitado.

Es hora de dar vuelta la página, la eliminación es un hecho y lo único que queda es aprender de los errores que todos comentemos y que debemos identificar para corregir.

Es un “Hasta luego”, hermosa. Ya nos vamos a volver a encontrar. Espero que mas temprano que tarde.

7 abrazos!



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