Blanco o negro. Amigo o enemigo.
Todo o nada.
Por estos tiempos, parece ser
cotidiano toparse con un escenario de estas características: dos posiciones,
tan marcadas como definitivas, intransigentes, irreconciliables, donde uno será
constantemente situado en una u otra vereda, dependiendo de qué diga, cómo lo
diga, donde lo diga…
No hay lugar para los que ellos
(los que reconocen ser de un determinado color) denominan tibios, grises, cagones.
Más sucede que hay tantos en los extremos como sujetos que intentan ir lo más
cercano al centro posible y, luego de lanzar una opinión, ven como son
enfrascados, sin miramientos, en uno u otro bando. Ocurre que resulta bastante más
fácil ubicarse bajo determinada bandera y desde allí explicar cualquier tipo de
acontecimiento: si algo sabe el ser humano en general y el argentino en
particular, es argumentar, defender una opinión. Aunque el argumento sea un
disparate, eso no importa, lo que importa es que uno ya eligió de qué lado
estar (del bien o del mal, depende quien lo vea). Lo que importa es no quedar
como un cobarde que no sostenga una postura supuestamente firme…
Me niego a pensar que ese sea el
camino.
Quien escribe es uno de los
tantos (porque hay muchos, sigo pensando que los hay) que intenta, con
dificultad, con limitaciones y muy poca experiencia, llevar adelante el
ejercicio de analizar aquello que lo interpela, que lo sacude y por lo cual,
siente la necesidad de opinar. Insisto, sería mucho más fácil opinar desde una posición
fanatizada, por la sencilla razón de que no habría que reflexionar: la posición
está fijada mucho antes de que el tema en debate haya surgido. Lo único que
importa, entonces, es buscar el argumento más sólido posible a fin de intentar
que el otro perciba que uno tiene razón (LA razón). Pero en fin, no es el
camino que muchos elegimos. Y por no tomar alguno de los caminos radicalizados,
experimentamos una rara sensación: por momentos estamos del lado A o, en
realidad, nos colocan del lado A; pero al siguiente tema, ese mismo sujeto u
otro, nos coloca en las antípodas, y pasamos a ser parte del lado B. Así es que
a uno le dicen panqueque y, en muchas ocasiones, hasta uno termina creyendo que
lo es. Aunque pensándolo bien, se llega a la conclusión de que hay gente
valiosa en todos los rincones, gente verdaderamente destacada y valorable que
merece ser escuchada pero no para encolumnarse de manera idiota sino para
elaborar una opinión lo más propia que se pueda. ¡Y que los otros hagan con esa
opinión lo que quieran, que va!
Estudiantes de La Plata no es
ajeno a esta dinámica, no escapa de esta problemática. Veronistas o Antiveronistas.
Todos disfrazados de grandes seres objetivos. Como si un sujeto pudiera ser
objetivo. Un sujeto puede ser reflexivo, analítico, apasionado, vehemente, pero
nunca objetivo. Por eso, es lógico por ejemplo, que un anciano vea a Veron de
un modo y un adolescente de otro: porque a cada uno, la persona y el personaje,
lo atravesó de una manera diferente, significó algo distinto. Y quienes
intentan acercarse a posiciones menos extremas son el banquete: si dicen que la
negociación de Barisone es una mala gestión de la Comisión Directiva pasan a
ser antiveronistas (ergo anti Estudiantes porque si vamos a exagerar,
exageremos bien); pero al rato dicen que les parece bien que se compren
porcentajes de jugadores juveniles en vez de traer a préstamo a jugadores caros
y pasan sin escalas a ser aduladores de Veron ( anti Estadio, pro Pires…si si,
de los dos lados); y, si se concreta el préstamo de Pereira y no están de
acuerdo ¿Adivinen qué? Si, adivinaron.
Pero no pasa solo en la esfera
institucional esta crisis de extremos o, también podrían decirse, este problema
del medio.
Luego de 3 partidos amistosos
(tomemos el concepto amistoso con el rigor que se merece: ni tan liviano, ni
tan pesado…si, otra vez) se evidencia un déficit en la generación de juego del
equipo y el sector apuntado es el medio campo: al equipo le cuesta el medio. Lo
escribimos en la entrada anterior, las variantes que el DT puede llegar a
elegir son muchas. Hasta el momento se inclinó por la que, bajo esta humilde óptica,
más difícil es que surta efecto en el corto plazo. Hablamos del cambio directo
de Cerutti por Correa, sumado a la elección de un doble centro con mas batalla
que capacidad de distribución criteriosa (Gil Romero/Damonte). Pero volvamos a
Correa. Por estos días se leen lamentos de todo tipo y son entendibles: será muy
difícil reemplazar a un jugador que, por algo, ha sido adquirido por un equipo
europeo en 10 millones de dólares. Aunque no estoy de acuerdo con la postura
que sostiene que la falta de creación se explica a partir de la ausencia del
tucumano. Correa, en poco más de 50 partidos, ha convertido 5 goles, asistió en
3 oportunidades y generó 11 situaciones de gol (los datos fueron aportados por @leotimossi,
a quien le agradezco su generosidad). Es decir que Correa participaba
activamente de la ofensiva del equipo cada 2 partidos y medio (Aclaración: las estadísticas
sirven como elemento en el cual se sustente una opinión. La utilización es
parte del intento por clarificar la postura, no justificarla de cualquier
manera. No es la intención que la herramienta numérica sea vista como fuente de
distorsión, más bien todo lo contrario). Entonces ¿podemos explicar el bajo
volumen de juego de un equipo a partir de la falta de un jugador que generaba
un desequilibrio ofensivo con la mencionada intermitencia? Correa es un joven
futbolista con un potencial enorme. De esos pocos que deciden con sus acciones
dónde llegará su techo. Física y técnicamente dotado con una capacidad por
encima de un jugador promedio. Pero no ha sido el responsable absoluto de la
creación de juego. Con él, seguramente se ha ido una parte importante del desequilibrio
ofensivo, sin dudas. Pero no es la única explicación. El equipo no puede
esperar de Cerutti (de los mejores en estos partidos) lo que tenía en Correa. No
seriamos justos con el reemplazante, que tiene otras características, muy
valiosas por cierto. Y es por eso, que desde aquí no nos termina de convencer
el cambio directo: estos primeros ensayos están marcando que los caminos deben
ser otros, distintos a los que se utilizaron el semestre pasado. Y aquí entran
a tallar, nuevamente, los bandos, las bandas. Carlos Auzqui le aporta un
sacrificio innegable al equipo, pero no es una solución ofensiva que contribuya
de manera significativa en la elaboración: recupera más de lo que juega, por
una banda (la derecha) que hoy en día, tras la lesión de Leo Jara, cuenta con
un lateral mas frenético de lo recomendado, con una vehemencia que siempre es
aplaudida desde la tribuna, pero que en ocasiones termina descolocando a Matías
Aguirregaray (de él hablamos), a quien le cuesta el retroceso y la marca, pero
sin dudas, con trabajo puede mejorar (y sino, detrás, está esperando un jugador
que se bancó jugar muchos partidos del lado opuesto al que estaba acostumbrado.
Mauricio Rosales le peleará el puesto al Vasco palmo a palmo). Por la izquierda
la cosa no es demasiado diferente. En un año, el equipo perdió a los dos
titulares de ese sector (Jonathan Silva y Joaquín Correa). No es poca cosa. El
DT no tiene aun a esos reemplazos: Goñi, Delgado, Orihuela, ¿Pereira?, Gil,
Barbona, puede que haya alguno más por allí, se disputarán esos dos lugares.
Como dijimos, Estudiantes tiene
un tema con el medio. La situación de Román Martínez (regresa de una lesión,
aun no está pleno física y futbolísticamente, sumado a estar en plena negociación
contractual, cosa que puede llegar a repercutir en el ánimo del jugador) deja
en evidencia que es una pieza fundamental para la creación de juego. Y es que
cuando el ex Tigre esta dentro de la cancha y aporta lo suyo (pase entre líneas,
precisión, conexión de piezas) se ven las mejores versiones de Estudiantes de
La Plata. La partida de Correa, la actualidad de Martínez y el sostenimiento de
algunos de los futbolistas ya mencionados, van explicando el cuadro de situación.
Sumemos el nivel discreto de los medios centros que vienen jugando.
La clave es no abrumarse. Quien
lea esto puede pensar que desde aquí hay una mirada negativa sobre el futuro
del equipo. Todo lo contrario. Hay que reacomodar las piezas. Adaptarse. Analizar
las variantes y decidir. Siempre decidir. Creo en Pellegrino, en sus
colaboradores y en los ejecutantes. Y espero que, dentro y fuera de la cancha,
busquemos ir por el camino de la reflexión, del análisis. Sin extremismos. Con
trabajo, como nos enseñaron aquellos que han hecho grande a Estudiantes de La
Plata.
7 abrazos!
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