sábado, 6 de noviembre de 2010

Se regaló un triunfo

El cumple empezó mal. Los sándwich de miga tenían manteca y no mayonesa como había encargado la señora de la casa. La gaseosa estaba caliente y encima ni una cubetera en condiciones de ser utilizada. Ni hablemos de las sillas que escaseaban. Y para colmo de males cae la tía Grana: que odiosa la tía, siempre tratando de marcarnos los defectos, de meter el dedo en la yaga…
Así fue el primer tiempo. Malo. Y hay que reconocerlo, como lo hicieron los propios Leones: si nos íbamos en desventaja al final de esos primeros 45 minutos hubiera sido justo. Lanús se paró muy inteligentemente de contra, aprovechando la velocidad de Romero (el único que podía inventar algo diferente para los del joven DT del sur bonaerense). Tuvieron situaciones claras de gol, pero no pudieron vencer al Gran Chavo: solo por Desábato pudimos mantener el arco en cero en la etapa inicial. F. Fernández tuvo que bailar con la mas fea, y encima de fea era rapidísima (de Romero hablamos), Rojo y Hoyos no aparecían como el equipo los necesitaba, el dúo dinámico del mediocampo, el mejor doble cinco de la Argentina, no encontraba la brújula. Enzo intentaba, se mostraba, se movía, pero no alcanzaba por ese entonces. Peñalba mostraba una tibia mejoría respecto a los partidos anteriores, pero nada que alcanzara para equilibrar el trámite. La Gata estaba condenado a jugar de espaldas al arco.
En entretiempos como el de ayer, a uno le encantaría que haya micrófonos en los vestuarios para poder escuchar  a Alejandro. Yo creo que fueron los 15 minutos que mejor jugamos. Si hay algo que le pediría al técnico de mi equipo es que sepa cambiar a tiempo, que cambie si la fórmula inicial no funciona, que busque variantes…y vaya si lo hiciste Alejandro: línea de cuatro bien parada para acomodar la defensa, Hoyos de 8, Enzo por izquierda, el dúo inclaudicable al centro del campo, Peñalba un poco mas arriba para ayudar a La Gata.
Y el cumple se acomodó: el tipo de la sandwicheria pidió perdón y trajo el pedido que correspondía, el primo amable de todo cumpleaños se trajo unos rolitos y unas banquetas de la casa. Y en cuanto a la tía Grana…no se que le pasó, pero quedo mansita…ni se la escuchó…
Así fue la segunda etapa. El primer gol fue tan justo (en cuando a necesidad) como justo es decir que Gastón Fernández es un jugador clave para este equipo: espero que la gente que lo resiste piense un poco en los goles que hace La Gata (empate en el Mineirao, gol a CASLA, penal a Colón, primer gol ayer). Quiero decir que el tipo esta cuando lo necesitamos…se puso la camiseta del mejor nueve de área y la empujó como lo hubiera hecho un goleador de raza.
La expulsión de Pellettieri simplificó las cosas, no hay que negarlo. Estudiantes de La Plata tenía todo a su favor, el resultado, la pelota, uno hombre más…y lo tenía a Enzo Pérez. Dicen que lo quieren vender a Marcos Rojo para, así, evitar que se lo lleven al mendocino de Maipú a fin de año: espero que podamos disfrutarlo un poco más, pero se me hace difícil pensar que no se lo van a llevar para Navidad. Tiene una confianza descomunal, una velocidad que sorprende y una fineza que asusta (a los rivales). Para el segundo gol se juntó con La Gata (los dos mejores del partido) y armaron un centro preciso al corazón del área granate para que Hoyos, si si, esta leyendo bien, Michael Hoyos defina como si fuera Boselli (como te extrañamos Mauro, ayer un poco menos, pero igual te echamos de menos).
Si el segundo gol fue bonito qué decir entonces del tercero. La Gata retrocedió unos metros, y luego de una pared preciosa asistió a Enzo para que le rompa el arco a Caranta. Fue la mejor poesía de Neruda, un pincelazo de futbol que decoró la escena para que todo se termine de la más bella manera.
Después de eso, nada más. La mesa de dulces de siempre. Control de pelota. El convencional canto para soplar las 56 velitas (menos mal que significa “la caída”). La tribuna y el “olee, olee”. Los familiares que se van: la tía muy triste, algún pariente lejano, que no asistió, aún más triste (como siempre).
Lo importante es que el cumpleañero pudo festejar…y es curioso que en el día de su cumpleaños el mejor regalo se lo hizo él mismo.

7 abrazos.

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