Martes 21 de abril de 2015. Guayaquil, Ecuador. Ese día, en esa
ciudad, Gabriel Milito debuta como director técnico de Estudiantes
de La Plata. Solo pasaron siete meses y algunos días de aquella
noche de Copa Libertadores y el joven entrenador decidió ponerle
punto final a su ciclo, su corto pero intenso ciclo.
La llegada, los prejuicios.
Su identificación ineludible con el Club Atlético Independiente de
Avellaneda y su relación cercana con Cesar Luis Menotti hicieron que
la llegada de Milito sea muy resistida por gran parte de los hinchas
de Estudiantes de La Plata.
Quienes criticaban la decisión tomada por Juan Sebastián Veron se
basaban en la vieja (y desde aquí pensamos acabada) dicotomía
“Bilardo vs Menotti”: Milito era sindicado como parte del otro
bando, nada tenia que hacer por estos lares.
Otra cuestión que se reprochaba, sin haber visto siquiera una
práctica de Milito, era su idea de juego. Al ubicarlo en el bando
menottista, se daba por hecho que estábamos en presencia de un
entrenador lírico, que priorizaba las formas por sobre el fondo y
que no iba a trabajar con la rigurosidad que históricamente desde
Estudiantes de La Plata se ha exigido para con sus entrenadores.
Lo cierto es que Veron, sabiendo el riesgo que asumía, tomó la
decisión de contratar a Milito, tras la desprolija salida de
Mauricio Pellegrino.
Lejos de demostrar holgazanería menottista, Milito se mostró desde
un primer momento como un amante de la estrategia, la táctica, el
análisis de los rivales y el trabajo de campo con sus dirigidos.
Cuestiones que cualquier periodista que concurría diariamente a City
Bell puede dar fe. De menottista, muy poco.
Con el correr de los partidos, se apreciaba una insistencia
desmesurada en querer comenzar los ataques a partir de un primer pase
corto, del arquero hacia los defensores o el mediocentro. Mas de una
vez, esta intención fue criticada, provocando murmullo y nerviosismo
en la tribunal albirroja. Milito no contaba con los mejores
interpretes para desarrollar aquella intención, aunque también hay
que decir que no se recuerdan demasiados goles en contra por un error
de salida. Por otro lado, y creo que este punto no ha sido debatido
en profundidad, habría que analizar el rol de los jugadores en esta
o en cualquier otra acción del juego. ¿Hasta donde es el técnico
el culpable y hasta donde el jugador carece de criterio para darse
cuenta qué le pide la jugada? Un poco la insistencia del técnico,
otro poco la falta de criterio de los actores. Como sea, este tema
fue una de las grandes criticas al equipo de Milito.
Resultadistas enojados con las formas
Si hay algo que no se puede refutar son los números. Menos en una
competencia donde lo que se pide es sumar puntos. Milito, su equipo,
los sumó: 51 puntos en un torneo de 30 fechas, obteniendo la séptima
ubicación, detrás de Boca, San Lorenzo, Rosario Central, Racing,
Independiente y Belgrano; clasificación a la liguilla Pre
Libertadores que, derrota a manos de Racing mediante, se transformó
en clasificación a la Copa Sudamericana (demostrando una amplia
supremacía sobre su rival, Olimpo).
Muchos de los opositores a Milito marcan que sólo ganó los partidos
accesibles. En primer lugar, suena un tanto raro leer o escuchar a
hinchas de Estudiantes de La Plata menospreciando victorias. Hemos
llegado al punto de cuestionar a un entrenador que gana pero no de la
manera que, muchos suponen, debería ganar Estudiantes de La Plata. Y
aquí me detengo y deberíamos detenernos todos, un largo rato y
pensar: ¿hay una manera? ¿cual es nuestra manera? Nos pasamos 50
años diciendo que lo único importante es ganar y ahora resulta que
nos importan las maneras porque en realidad lo que nos importa es
nuestro descontento con el entrenador de turno. Realmente
desconcertante. Una segunda cuestión, que seria interesante abordar,
es si realmente no nos terminamos creyendo aquello que nos quisieron
vender, aquello contra lo cual peleamos incansablemente en los 80,
aquello de que hay un fútbol lindo y un fútbol feo y nosotros,
Estudiantes de La Plata, somos el fútbol feo. A veces creo que
muchos terminaron comprando ese pescado podrido, acabaron siendo
parte de ese circo montado desde cierta parte de la prensa y el
ambiente del fútbol. Muchos siguen tomados por aquella dicotomía
cuando la batalla ya fue ganada, cuando hoy en el mundo no existen
líricos, cuando lo que se ve es, dentro de los entrenadores mas
influyentes a escala mundial, pequeñas diferencias que no tiene que
ver con entrenar o no hacerlo, con analizar el rival o despreciar su
estrategia, con practicar pelota parada o creer que es una perdida de
tiempo. Nadie discute eso hoy en el fútbol mundial. Es una batalla
ganada que algunos tienen ganas de seguir dando. Para nada vamos a
descalificar a éstos últimos, solo marcamos que la discusión,
humildemente, debe enfocarse hacia otro lugar: es momento de debatir
nuevas estrategias, tácticas que neutralicen los nuevos desarrollos
futbolísticos que se presentan en el siglo XXI, nuevas combinaciones
que enriquezcan el juego y posibiliten ganar.
Volvamos a Milito. Ganó 16 partidos, empató 8, perdió 6. Una
efectividad por encima del 60%.
Totalmente cierto es que no obtuvo victorias rimbombantes: perdió
los partidos que separan a los grandes equipos de los equipos serios
pero limitados. Eso fue Estudiantes de La Plata con Milito en el
banco: un equipo serio, que no paso papelones en ninguna cancha, pero
que tampoco le hizo pasar papelones a ninguno. Un equipo que gano los
“ganables” y no ganó los que te separan del segundo pelotón. La
pregunta es ¿le daba para mucho mas a este plantel? ¿Milito no
logró sacar la mejor versión de los jugadores o demasiado hizo con
lo que tenía? Después de las inolvidables conquistas conseguidas
entre 2006 y 2010 la vara ha quedado muy alta y, en algunos casos, no
se acepta que ya no somos lo que alguna vez supimos ser. Estudiantes
de La Plata no estaba para salir campeón de nada (quizás de la Copa
Argentina por su formato, pero ni tampoco), sino para sumar muchos
mas puntos que la mayoría, entrar a una copa (la libertadores como
objetivo principal), consolidar juveniles y paremos de contar.
Desde aquí podemos decir que no haber dado un paso mas en lo que se
refiere a vuelo futbolístico es mas atribuible al mal armado del
plantel que a falencias del entrenador saliente.
A principio de 2015, con Mauricio Pellegrino como director técnico,
Veron decidió realizar varias incorporaciones con vistas a la
participación en la Copa Libertadores. Pellegrino había pedido
pocas cosas pero precisas: un arquero titular, un central de nivel,
un jugador que reemplace a Correa. Los pedidos no fueron escuchados y
se optó por traer a muchos jugadores, algunos con experiencia pero
con poco rodaje, otros sin nivel para la primera división. Un
plantel desbalanceado que, ya en junio, sufrió las salidas de sus
dos delanteros (Carrillo y Vera) y de Aguirregaray. Alayes y Veron
decidieron no incorporar un nueve titular y trajeron a Gastón
Fernandez, quien si bien demostró que es titular en este equipo, no
fue pedido por Milito. Promediando el segundo semestre, se desató la
situación mas desprolija: la directiva decide repatriar a Mariano
Andujar ante la negativa del entrenador, quien sostiene, hasta
podríamos decir caprichosamente, en la posición de arquero titular
a Hilario Navarro, con la firme intención de que renueve su contrato
con el club para 2016, deseo que no estaban dispuestos a concederle.
Sería este un momento propicio para realizar una autocrítica
puertas adentro y repensar el camino. En menos de 12 meses el club
sufre la ida de dos entrenadores por diferencias con la mesa chica
que toma las decisiones futbolísticas (Veron, como máximo
exponente, Alayes - seria bueno que sepamos cual es su función
porque no queda clara y si es específicamente la elección de
jugadores y el armado del plantel sería bueno escuchar una
autocrítica a la altura de los errores cometidos – Osvaldo
Lombardi, Diego Ronderos). Evidentemente hay una falla en la relación
dirigentes-entrenador. Para nada decimos que es una equivocación que
el armado del plantel sea decidido por la dirigencia, es mas, puede
hasta ser muy productivo en tanto sea punto de apoyo para desarrollar
las grandes políticas deportivas. Pero si esto es así, si Veron
piensa que son los dirigentes los que deben decidir sobre quien llega
y quien se va del plantel, es imprescindible que el entrenador que
llegue acepte esta manera de trabajar y se adapte al plantel que se
le ofrece. Se debería elegir a un director técnico que tenga bien
en claro este aspecto para evitar enfrentamientos posteriores.
Milito ya es parte del pasado. Hoy algunos festejan su salida,
sienten alegría por librarse de ese demonio lírico que vino a
borrar 110 años de historia (si, es una ironía). Otros estamos un
tanto preocupados por otra salida intempestiva de un entrenador en
menos de 12 meses. No es saludable que se cambie seguido de director
técnico y menos saludable es que se repitan las razones del cambio.
Ojala se tome nota y no se repitan equivocaciones.
Será cuestión de mirar para adelante, de reflexionar sobre este año
que ha pasado y debatir internamente algunas de estas cuestiones
esbozadas aquí con el mayor de los respetos, siempre pensando en lo
mejor para Estudiantes de La Plata que es, en definitiva, lo que
todos queremos.
7 abrazos!
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