lunes, 7 de diciembre de 2015

Milito. Reflexión. Autocrítica.

Martes 21 de abril de 2015. Guayaquil, Ecuador. Ese día, en esa ciudad, Gabriel Milito debuta como director técnico de Estudiantes de La Plata. Solo pasaron siete meses y algunos días de aquella noche de Copa Libertadores y el joven entrenador decidió ponerle punto final a su ciclo, su corto pero intenso ciclo.

La llegada, los prejuicios.

Su identificación ineludible con el Club Atlético Independiente de Avellaneda y su relación cercana con Cesar Luis Menotti hicieron que la llegada de Milito sea muy resistida por gran parte de los hinchas de Estudiantes de La Plata.

Quienes criticaban la decisión tomada por Juan Sebastián Veron se basaban en la vieja (y desde aquí pensamos acabada) dicotomía “Bilardo vs Menotti”: Milito era sindicado como parte del otro bando, nada tenia que hacer por estos lares.

Otra cuestión que se reprochaba, sin haber visto siquiera una práctica de Milito, era su idea de juego. Al ubicarlo en el bando menottista, se daba por hecho que estábamos en presencia de un entrenador lírico, que priorizaba las formas por sobre el fondo y que no iba a trabajar con la rigurosidad que históricamente desde Estudiantes de La Plata se ha exigido para con sus entrenadores.

Lo cierto es que Veron, sabiendo el riesgo que asumía, tomó la decisión de contratar a Milito, tras la desprolija salida de Mauricio Pellegrino.

Lejos de demostrar holgazanería menottista, Milito se mostró desde un primer momento como un amante de la estrategia, la táctica, el análisis de los rivales y el trabajo de campo con sus dirigidos. Cuestiones que cualquier periodista que concurría diariamente a City Bell puede dar fe. De menottista, muy poco.

Con el correr de los partidos, se apreciaba una insistencia desmesurada en querer comenzar los ataques a partir de un primer pase corto, del arquero hacia los defensores o el mediocentro. Mas de una vez, esta intención fue criticada, provocando murmullo y nerviosismo en la tribunal albirroja. Milito no contaba con los mejores interpretes para desarrollar aquella intención, aunque también hay que decir que no se recuerdan demasiados goles en contra por un error de salida. Por otro lado, y creo que este punto no ha sido debatido en profundidad, habría que analizar el rol de los jugadores en esta o en cualquier otra acción del juego. ¿Hasta donde es el técnico el culpable y hasta donde el jugador carece de criterio para darse cuenta qué le pide la jugada? Un poco la insistencia del técnico, otro poco la falta de criterio de los actores. Como sea, este tema fue una de las grandes criticas al equipo de Milito.

Resultadistas enojados con las formas

Si hay algo que no se puede refutar son los números. Menos en una competencia donde lo que se pide es sumar puntos. Milito, su equipo, los sumó: 51 puntos en un torneo de 30 fechas, obteniendo la séptima ubicación, detrás de Boca, San Lorenzo, Rosario Central, Racing, Independiente y Belgrano; clasificación a la liguilla Pre Libertadores que, derrota a manos de Racing mediante, se transformó en clasificación a la Copa Sudamericana (demostrando una amplia supremacía sobre su rival, Olimpo).

Muchos de los opositores a Milito marcan que sólo ganó los partidos accesibles. En primer lugar, suena un tanto raro leer o escuchar a hinchas de Estudiantes de La Plata menospreciando victorias. Hemos llegado al punto de cuestionar a un entrenador que gana pero no de la manera que, muchos suponen, debería ganar Estudiantes de La Plata. Y aquí me detengo y deberíamos detenernos todos, un largo rato y pensar: ¿hay una manera? ¿cual es nuestra manera? Nos pasamos 50 años diciendo que lo único importante es ganar y ahora resulta que nos importan las maneras porque en realidad lo que nos importa es nuestro descontento con el entrenador de turno. Realmente desconcertante. Una segunda cuestión, que seria interesante abordar, es si realmente no nos terminamos creyendo aquello que nos quisieron vender, aquello contra lo cual peleamos incansablemente en los 80, aquello de que hay un fútbol lindo y un fútbol feo y nosotros, Estudiantes de La Plata, somos el fútbol feo. A veces creo que muchos terminaron comprando ese pescado podrido, acabaron siendo parte de ese circo montado desde cierta parte de la prensa y el ambiente del fútbol. Muchos siguen tomados por aquella dicotomía cuando la batalla ya fue ganada, cuando hoy en el mundo no existen líricos, cuando lo que se ve es, dentro de los entrenadores mas influyentes a escala mundial, pequeñas diferencias que no tiene que ver con entrenar o no hacerlo, con analizar el rival o despreciar su estrategia, con practicar pelota parada o creer que es una perdida de tiempo. Nadie discute eso hoy en el fútbol mundial. Es una batalla ganada que algunos tienen ganas de seguir dando. Para nada vamos a descalificar a éstos últimos, solo marcamos que la discusión, humildemente, debe enfocarse hacia otro lugar: es momento de debatir nuevas estrategias, tácticas que neutralicen los nuevos desarrollos futbolísticos que se presentan en el siglo XXI, nuevas combinaciones que enriquezcan el juego y posibiliten ganar.

Volvamos a Milito. Ganó 16 partidos, empató 8, perdió 6. Una efectividad por encima del 60%.

Totalmente cierto es que no obtuvo victorias rimbombantes: perdió los partidos que separan a los grandes equipos de los equipos serios pero limitados. Eso fue Estudiantes de La Plata con Milito en el banco: un equipo serio, que no paso papelones en ninguna cancha, pero que tampoco le hizo pasar papelones a ninguno. Un equipo que gano los “ganables” y no ganó los que te separan del segundo pelotón. La pregunta es ¿le daba para mucho mas a este plantel? ¿Milito no logró sacar la mejor versión de los jugadores o demasiado hizo con lo que tenía? Después de las inolvidables conquistas conseguidas entre 2006 y 2010 la vara ha quedado muy alta y, en algunos casos, no se acepta que ya no somos lo que alguna vez supimos ser. Estudiantes de La Plata no estaba para salir campeón de nada (quizás de la Copa Argentina por su formato, pero ni tampoco), sino para sumar muchos mas puntos que la mayoría, entrar a una copa (la libertadores como objetivo principal), consolidar juveniles y paremos de contar.

Desde aquí podemos decir que no haber dado un paso mas en lo que se refiere a vuelo futbolístico es mas atribuible al mal armado del plantel que a falencias del entrenador saliente.

A principio de 2015, con Mauricio Pellegrino como director técnico, Veron decidió realizar varias incorporaciones con vistas a la participación en la Copa Libertadores. Pellegrino había pedido pocas cosas pero precisas: un arquero titular, un central de nivel, un jugador que reemplace a Correa. Los pedidos no fueron escuchados y se optó por traer a muchos jugadores, algunos con experiencia pero con poco rodaje, otros sin nivel para la primera división. Un plantel desbalanceado que, ya en junio, sufrió las salidas de sus dos delanteros (Carrillo y Vera) y de Aguirregaray. Alayes y Veron decidieron no incorporar un nueve titular y trajeron a Gastón Fernandez, quien si bien demostró que es titular en este equipo, no fue pedido por Milito. Promediando el segundo semestre, se desató la situación mas desprolija: la directiva decide repatriar a Mariano Andujar ante la negativa del entrenador, quien sostiene, hasta podríamos decir caprichosamente, en la posición de arquero titular a Hilario Navarro, con la firme intención de que renueve su contrato con el club para 2016, deseo que no estaban dispuestos a concederle.

Sería este un momento propicio para realizar una autocrítica puertas adentro y repensar el camino. En menos de 12 meses el club sufre la ida de dos entrenadores por diferencias con la mesa chica que toma las decisiones futbolísticas (Veron, como máximo exponente, Alayes - seria bueno que sepamos cual es su función porque no queda clara y si es específicamente la elección de jugadores y el armado del plantel sería bueno escuchar una autocrítica a la altura de los errores cometidos – Osvaldo Lombardi, Diego Ronderos). Evidentemente hay una falla en la relación dirigentes-entrenador. Para nada decimos que es una equivocación que el armado del plantel sea decidido por la dirigencia, es mas, puede hasta ser muy productivo en tanto sea punto de apoyo para desarrollar las grandes políticas deportivas. Pero si esto es así, si Veron piensa que son los dirigentes los que deben decidir sobre quien llega y quien se va del plantel, es imprescindible que el entrenador que llegue acepte esta manera de trabajar y se adapte al plantel que se le ofrece. Se debería elegir a un director técnico que tenga bien en claro este aspecto para evitar enfrentamientos posteriores.

Milito ya es parte del pasado. Hoy algunos festejan su salida, sienten alegría por librarse de ese demonio lírico que vino a borrar 110 años de historia (si, es una ironía). Otros estamos un tanto preocupados por otra salida intempestiva de un entrenador en menos de 12 meses. No es saludable que se cambie seguido de director técnico y menos saludable es que se repitan las razones del cambio. Ojala se tome nota y no se repitan equivocaciones.

Será cuestión de mirar para adelante, de reflexionar sobre este año que ha pasado y debatir internamente algunas de estas cuestiones esbozadas aquí con el mayor de los respetos, siempre pensando en lo mejor para Estudiantes de La Plata que es, en definitiva, lo que todos queremos.

7 abrazos!



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