Ese
gol. Después, afortunadamente, hubo otros, pero ese gol…ese gol fue el grito
desgarrador de un león enjaulado que, luego de 23 años en cautiverio, consigue
volver a rugir sin miramientos, libre y definitivo.
El
estadio estaba repleto: las dos cabeceras populares estallaban, las plateas no
podían contener a más gente de la que había. Lo más curioso del asunto, es que
el sueño era tan lejano como infinitamente anhelado por todos. Pero para ellos
(para él) no era un sueño, era la última oportunidad para demostrarle al
poderoso que ellos podían ser mejores, y no la iban a desaprovechar.
La
gente iba a agradecer, había sido un torneo brillante: un equipo lúcido, vital,
arrollador, con convicciones claras, con una determinación que enorgullecía a
cada uno de los hinchas, esos que durante años (que fueron décadas) escucharon
historias de lo que algún día habíamos sido, pero que nunca lo pudieron vivir…hasta
ese día…hasta ese gol.
Con el
correr del partido, llegaban buenas noticias que no estaban siendo
aprovechadas: Boca perdía de local con Lanús, pero Estudiantes de La Plata no
salía del cero a cero con Arsenal. Todo parecía desvanecerse, la posibilidad
tan lejana al comenzar el partido, estaba ahora a la vuelta de la esquina.
Recuerdo
que detrás mío tenia a un muchacho (bastante insoportable para ser justos) que,
radio en mano, repetía una y otra vez “pierde boca, pierde boca, tenemos que
ganar”, como si los demás no supiéramos lo que debía pasar, como si estuviéramos
ahí desinteresadamente.
Lateral
sobre la derecha. El Chapu descarga hacia atrás para Sebastian, que la eleva,
quedando la pelota en los pies de Maggiolo: el lechuga tira un centro pasado,
que el arquero envía al córner izquierdo. El centro lo envió el capitán, y la
redonda lo fue a buscar al Flaco, como contra Vélez, como contra River. El Flaco
con cara de bueno y temple de guerrero. Ese que de pibe se banco el exilio
lejos de su casa, para volver enorme, maduro, con la misma humildad de siempre,
con el hambre de gloria a flor de piel, con la camiseta tatuada en el cuerpo,
el corazón en la mano y el cuchillo entre los dientes. El flaco la cabeceó (con
él todo los que estábamos en la tribuna) y la pelota se iba elevando, hasta que
el horizontal le dijo “vos te quedas acá adentro, te dejas de joder, los pibes
se la juegan el miércoles y vos ahí también vas a estar de su lado”...el tiempo
se detuvo, el balón entró y el grito fue la mas maravillosa obra musical que
nunca antes haya escuchado este mortal: un puñado de guerreros se lanzaron
sobre el flaco, se fundieron en un abrazo eterno y las lágrimas se hicieron
presentes, lágrimas de amor, de infinito regocijo, lágrimas por el deber
cumplido y, a la postre, lágrimas de CAMPEON.
Gracias
Agustín: por sentir la camiseta como yo, o como el que esta leyendo estas
palabras, por llorar como lo hicimos todos, por ser de Estudiantes de La Plata,
de principio a fin.
7
Abrazos!
Gracias Manu en nombre de toda la Agrupación Alayes y en nombre de Agustín, emocionantes y reales palabras.
ResponderBorrarAbrazo de gol... de éste gol, el más gritado quizás, el gol del Flaco!
Ale.
Gracias a vos Ale por comentar y por ser igual de groso que Agustin! un abrazo!
BorrarManu, vos sabés cuánto disfruto tus posteos. Siempre te lo he dicho.
ResponderBorrarPero éste, Manu, éste en particular, tiene un sabor muy especial.
Porque para mí -si me permitís parafrasearte- lo escribiste "con la misma humildad de siempre, pero con el sentimiento a flor de piel, con la camiseta tatuada en el alma, el corazón en la mano y el teclado entre los dientes..."
Gracias. Me transportaste nuevamente a ese momento al que volví tantas veces, siempre con un nudo en la garganta y la piel erizada bajo la ropa.
Te mando un fuerte abrazo.
Muchas gracias por tus palabras Lion, otro fuerte abrazo para vos!
BorrarSaludos!
Bello, Manu. Bello.
ResponderBorrarCon los ojos vidriosos te mando un abrazo campeón.
Otro para vos Paul!
BorrarComo no recordar ese día de ese año para mi el más triste y difícil que me tocó pasar, en el que perdí a mi único hermano, era en el campeonato la 2da vez que iba a la cancha, obvio la anterior había sido el 7 a 0, buscando despejarme pero con la ilusión intacta, si todos lloraban al grito de gol mi llanto era inconsolable de alegría y dolor, pero miré al cielo y a pesar de que a mi hno no le interesaba el fútbol le agradecí y ahí supe que en la final ibamos a ser campeones y ahí tbn estuve. Por eso Flaco gracias eternas.
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